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La número veintitrés

[poemas de A para G]

Contratapa

La gran fuente de la poesía no es otra poesía, sino la prosa, es decir: la realidad. Sin embargo, se necesita un poeta para percibir la poesía en la realidad (Wallace Stevens)

¿Podemos tropezar dos veces con la misma piedra? ¿Puede un libro tener la potencia suficiente para expandirse en otro sin desgastarse? ¿Puede un personaje de ficción tener la autonomía de desplazarse de la prosa a la poesía? ¿Es posible que un texto explote la polifonía hasta el límite y generar otro libro? La respuesta a todas estas preguntas es una: sí, y eso lo logra Melisa Mauriño cuando le da una voz tan fuerte al personaje de Nínfula, su primera novela, que continuamos escuchando su voz en otros textos y, como si esto no bastara, en otros géneros.

En La número veintitrés, la autora nos presenta los poemas que A le escribió a G, personajes protagónicos de Nínfula. Hay ecos de estos textos en la novela, hay guiños que se repiten, incluso recursos literarios que se replican, la intertextualidad es uno de ellos. Ya en Nínfula nos encontramos con una ficción dentro de la ficción, pero Mauriño explora más allá y nos ofrece un libro con la voz lírica de un personaje ficcional que migra de otro libro.

La número veintitrés puede leerse sin haber leído Nínfula, pero quien lo haga de esta manera deseará (y esta palabra aquí no es casual) conocer la historia completa de A y G. “¿Cuántas veces/  tendré que negarte/ para hacerte existir?”, dice la voz poética, A, ¿acaso se puede ficcionalizar negando al ser amado cuantas veces sea necesario para lograr, por fin, su existencia?

 

Paula Novoa

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