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«Nínfula» o «el deseo»

Valeria De Vito

 

Hablemos del deseo. Sí, para hablar de Nínfula tengo que hablar primero del deseo y del riesgo que éste supone. La novela de Melisa deja sin aliento.  Es una pieza literaria que va al ritmo del corazón.  Entre los recuerdos de una narradora protagonista, con flashbacks de distintos momentos de su historia familiar y amorosa, diferentes tipos de géneros discursivos con un lenguaje coloquial y aparentemente sencillo, nos introducen en una historia honesta y audaz. Nos lleva así, de las narices. Con sensualidad y el asombro de los sentidos, la lectura se hace necesaria, sublime, incorporamos todos nuestros órganos, nuestros cuerpos. El cuerpo está ahí. La voz está ahí. Hay una voz que nombra y vibra al pronunciar, dice: “Leonel pone en palabras lo que yo niego (…) no lo dejo decir” (pág. 105, rengl. 20)

¿Es real nínfula, pregunto, es real que a los ocho años caminaba con su abuela bordeando un paredón sin revoques, son reales las paredes desnudas y el cielo blanco, la alfombra piel, el humo, el frío, el aliento? Sí, son reales. Puedo verlos, puedo sentirlos. Imágenes perfectamente descriptas, ensueños suaves, intensos, que cobran deseo y nos envuelven, nos sumergen.

 

No lo soñé. Lo vi, lo viví, la narradora sangra, se afeita con una gillete y se corta, su madre no está, su padre sí y la apura, no la entiende. Ella rasura su vello, ella se esconde, disimula, pero un hilo de sangre es visible para su padre, la feminidad es visible y mirada por un hombre. ¿Qué hay de ese modo de ver? ¿Qué guarda esa anécdota que en el relato es seguida de un mail que dice: “desabotonándote el pecho”? Hay un viaje, un deseo de estar en otro lugar sin cuentas que rendir. Y hay también un deseo de escritura, una lectura del ritual. Nínfula es poesía y es una novela. Pero Melisa es poeta, eso se lee, eso está ahí, dice: “El mar es un enorme entramado de pañuelos que se superponen y se agitan al viento” (pág.193, rengl. 8). Cada palabra justamente pensada, cada espacio en blanco, cada señal, está donde debe. Y una está ahí, sintiendo el deseo, el placer, la furia y también la soledad.

 

La protagonista dice: “esta historia la escribo yo” (pág.403, rengl. 1). Sí hay un poder en el deseo de decir y contar una historia. Hay poder en el goce y en la palabra que enuncia aquello que no puedo nombrarse y Nínfula es la ventana a ese goce, a ese poder. Un poder que no tiene que ver con lo impositivo de un deseo sino con la voluntad de contar una historia original y vertiginosa. Nínfula es una historia de pasión vertiginosa, una llama encendida de palabras que forman las imágenes más sensuales y más desoladoras.

 

Lean esta novela de Melisa Mauriño. Lean y experimenten sus deseos, sus torturas de no deseos. Lean esta novela si tienen el valor de sentir lo que siente nuestra joven protagonista. Si pueden respirar ese placer hasta que los consuma. Lean esta pieza literaria, contemporánea y nuestra. La literatura de Melisa es casi como lo dice ella misma en el capítulo 10 -La excepción-: “Cruzar la línea. Roer el hueso del sexo hasta la médula del amor. Es tentador. Es estúpido. Nos molemos hasta el polvo aquí y ahora porque no hay futuro."

 

Valeria De Vito nació en diciembre de 1977 es Profesora de Literatura, coordina seminarios de lectura y escritura. Publicó varios libros de poesía y actualmente trabaja en su primera novela.

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