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El vientre del lobo

[un cuento oscuro]

Poemas

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Mamá no está

me dejó sola al borde

del agua.

 

Giro como un pez-niña

no son parásitos internos, adentro

crece un mundo impenetrable

ambiguo sensual, no importa

qué pueda pasarle al cuerpo que traigo

a partir de ahora.

 

La picazón del sol trepa

la curva del muslo que reluce

entre las horas caídas encima

 

es verano.

 

Me quedo quieta

o me muevo como el agua

para los ojos no vistos

detrás de la nuca o las cortinas

el gruñido animal que sostiene

la escena inicial

en el interior de la casa.

 

Hay una trampa para ratones

en la punta del helado de agua

frutillas en el fondo de la pileta

tan azul, la piel de perla

la suavidad de mi crin al sol.

 

Bajo en vertical a buscar mis tesoros

las monedas vencidas, aguanto sin aire

las plantas de los pies se arrugan

la costura del sexo enrojece

la frutilla en los labios se abre.

 

¿Hombre o mujer?

Ninguno.

Sirena, mirada, agujero

niña desalmada.

 

Cuando estoy por caer

en la boca del lobo otra vez

vuelvo a escuchar la voz de mamá

su risa detrás de la puerta

y la luz hiriente de las monedas

arrojadas sobre la mesa

me ciega, me regresa al vientre.

 

Yo me repliego en mi carne

embrionaria, carente de historia

y escribo un cuento de los que se atreven

a contar sin pelos en la lengua

lo que no se puede decir

lo que está prohibido.

 

***

 

En la casa viven nueve gatos

ninguno es mío, ni uno solo

me pertenece

 

tampoco los muebles, apenas

me adueño del espacio

donde transcurren los acontecimientos

donde las palabras

hacen eco, me adueño

 

de la tierra seca

que se desprende de mis zapatos

al atravesar la puerta.

 

Vengo de la guerra, comando

un ejército de soldados diminutos

que se derriten al sol cuando descuido

mis deberes bélicos, la estrategia

que me enseña a sobrevivir

volviéndome invisible.

 

Los gatos son de la casa, yo

pertenezco al bosque de los sauces

que se tuercen como gritos

y me hacen lugar, piel con piel

para soñar bajo la hipnosis

del cántico que expulsan las chicharras

en el sopor del verano.

 

A veces ellos, los gatos

custodian el porche y saltan sobre mí

con todas sus uñas, me despedazan

me muerden hasta volverme

tierra de mis zapatos sobre las baldosas

que la abuela baldea sin piedad

hasta el agotamiento

de un modo hermoso, soleado

así

 

me despedazan hasta dejarme

intacta, igual a mí

antes de ser yo: vacío, palabra, parte

de los acontecimientos.

 

***

 

Alguien me sigue

cuando atravieso cualquier noche

alguien viene detrás

de mí.

 

Me pongo nerviosa y afilo mis sentidos

giro la cabeza como un búho

360 grados entre el cielo

y el infierno, tengo miedo:

nunca me gustaron las sorpresas.

 

El bosque está calmo pero alguien

me sigue, pisa mis talones

con sedosa constancia, me apuro

pero mi sombra se proyecta

sobre las flores

que anochecen también detrás de mí.

 

Mi sombra

es la sombra de un lobo.

 

Si corro me corre, si camino lento

crece agigantándose y me opaca,

me pide silencio, me amordaza

con su boca en la mía.

 

Desearía desconocer esa extrañeza

que me divide entre la luz

y el insomnio, la textura amable

de la almohada entre los muslos

el milagro ominoso de no reconocerse

y no saber a ciencia cierta

quién se es.

 

Alguien me sigue a donde vaya

por mucho que me aleje

viene detrás de mí como una capa

que se alarga en el viento,

no me suelta, no me teme.

Alguien me sigue:

 

mi sombra

es la sombra de un lobo.

***

El leñador me enseña a cortar

las ramas que tapan

mi vista del camino, las articulaciones

que es preciso quebrar para avanzar

otro paso.

 

Nuestro encuentro es azaroso,

él me advierte

acerca del lobo y mi sombra

insumisa, desgajada

tan afín a su piel.

 

Recorre el bosque

en las horas de luz, deja señales

que orientan a los curiosos

perdidos que se duermen en las ramas

infinitas de la mente.

 

Me entrega su machete

que guardo junto al muslo

y sigo en soledad

sabiendo lo que me espera

tras la caída del sol.

 

Me deja ir, no me impide

crecer con el descenso

me ve esfumarme:

un punto rojo entre los árboles

una llama pequeña

que sin embargo lleva

dentro de sí

la potencia, una chispa

capaz de originar el incendio.

 

«El vientre del lobo [un cuento oscuro]»

Tanta Ceniza Editora, 2020

Ilustraciones de Nayla Zarba

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