Expresionismo Lírico
by Melisa Mauriño
La Dalia Negra y otros poemas criminales
Poemas
Through these portals pass the most beautiful girls in the world[1]
Earl Carroll Theatre, Hollywood
The most beautiful
Matt, cariño
la muerte ha caído sobre nosotros.
¿A quién pertenece
toda esta violencia del mundo
sino a nosotros, a quién
pertenece sino a los hombres?
Esa chica posando para la cámara
(para el ojo detrás, para todos ellos)
delante del Earl Carroll Theatre
en Sunset Boulevard, soy yo:
recuérdame así
la blusa sin hombros, la falda
negra asiendo mis caderas,
¿las recuerdas? El fragmento
del letrero luminoso
sobre mí: the most beautiful.
¿Era mi sonrisa
acaso demasiado pequeña?
Él la extendió al infinito.
Tal vez,
era una chica triste
aún capaz de soñar con tocar
el cielo con las manos.
La guerra no termina.
Cuando esto acabe estarás muerto,
habrá acabado para nosotros
y yo seré otra víctima, como tú;
recordados así: dos amantes
tocados por la fatalidad.
Los aviones se caen, las bombas
se abren como flores
en el aire de agosto, 1945.
La guerra no termina
jamás, simplemente le han dado
otros nombres
como a mí. Me he convertido
en una celebridad,
en Hollywood todo el mundo
me conoce; han visto ellos
también la blancura de mi cuerpo
abierto sobre el césped,
sonriente.
Guardaré tus cartas
junto a la fotografía de aquella cena
cuando sujetaba tu brazo
adornada con esa dalia blanca
en mi escote. Guardaré
la sensación de tus manos
prendiendo la flor
a mi vestido esa noche.
El corazón palpita entre las nubes.
Matt, cariño
después de la guerra, después
de tanta muerte, ¿qué nos queda
sino una fotografía donde las manos
se entrelazan, felices?
[1] A través de estos portales pasan las chicas más hermosas del mundo.
***
Los rumores de la muerte
Los periodistas llamaron a mamá.
Dijeron que su hija
había ganado un certamen
de belleza.
Mamá fue feliz.
El sueño de Betty
de ser una gran estrella
se hace realidad;
si Betty es feliz
mamá también lo es.
Hicieron que ella hablara,
que lo dijera todo
sobre su hija
la más bella a los ojos
de mamá
brillaron al contar
cómo era su pequeña Betty.
Los periodistas tomaron nota
de la valiosa información
en sus libretas y al terminar,
sólo entonces
dijeron: señora Short
su hija está muerta,
brutalmente asesinada.
Pobre mamá, subió al avión,
ya no volvimos a vernos,
sólo quedaron las fotos
las fotos de Betty Short
y después de esa mañana,
después del baldío de Leimert Park
las fotos
de La Dalia negra
marcada por la sonrisa
de su asesino.
¡Quítenme esa sonrisa!
que no es mía, ¿dónde está
mi verdadera sonrisa? Él
la tiene
la guardó como un trofeo
de caza.
¿Recuerdas los inviernos
en Florida? Tan pronto aprendí
a estar sola, a recibir
ayuda, y tenía que confiar
en que podría lograrlo
ganaba tan poco,
tenía que vestirme y lucir hermosa
para mi gran descubrimiento
podría suceder en cualquier parte,
a la vuelta de la esquina
¿quién sería
mi gran descubridor?
Algunas veces no tenía
qué comer, dónde dormir
pero sería hermosa por si acaso
me golpeara la suerte,
me golpeara.
¿Recuerdas los inviernos en Florida
mamá? El asma ha vuelto y el frío
de las calles de Boston
aún permanece en mi memoria
como una infancia insostenible
donde no puedo volver
una vez aquí.
Los reporteros dicen, escriben
los rumores de la muerte:
Él la cortó con la precisión
de un cirujano;
diseccionada viva, esa chica
usaba faldas muy ceñidas
y blusas escotadas;
fue detenida en el 43’
por beber y era una menor,
los policías tomaron sus huellas
dactilares. Esa chica
frecuentaba clubes nocturnos,
salía con hombres y sabía
que era hermosa, provocativa
¡no!: provocadora.
Gracias a sus huellas pudieron
reconocer su cuerpo
irreconocible. Esa chica
llevaba dalias
en su pelo negro y también
vestía de negro: una aspirante a actriz
digna del film-noir como esa película
de moda La dalia azul pero ella
es La Dalia Negra…
mi nombre es Elizabeth,
Elizabeth Short, Beth, Betty…
mamá, tengo frío
¿Recuerdas los inviernos
en Florida?
***
Oscuro en la luna
A la memoria de Sophie Lancaster
¿A qué juegan los niños
esta noche,
qué cabeza patean
hasta esparcir cenizas como dulces,
joyas talladas
de pequeños sueños, materia gris?
¿Qué otro rostro
no reconocen, qué otro
rostro, cuerpo, qué otro
se torna
irreconocible esta noche?
¿Has visto el cielo,
realmente lo has visto
con los ojos cerrados?
¿Todavía puedes conmoverte
con el fulgor melancólico
de la luna sobre nosotros
camino a casa?
Nunca llegamos
a casa, nunca llegamos
juntos
al cielo derramándose
sobre la calle, brillante y rojo
como heridas infligidas
a la luna inmóvil
en la infinita noche del Stubblylee Park.
Nunca llegamos a conocernos
de viejos, el amor
levanta vuelo como hojas que caen
encogidas sobre sí mismas
como si fuera posible amortiguar
los golpes, las despedidas,
las caricias que sangran.
El mundo estuvo encerrado
en un puño,
su estallido abre una onda
expansiva hacia el futuro
pero no lo veo.
Son mis ojos dos montículos
donde subo a buscar la brasa
blanca y fría que se extiende como alas
de libélula perdidas
en el reflejo
brillante sobre el charco
donde nado dormida.
Soy el otro, tú eres
el otro.
No me levanto del sueño
he caído bajo la lluvia
de puños y el mundo estalla,
estalla, estalla…
Se ha abierto un hueco
oscuro en la luna
yazgo sobre el charco
tibio de mi sombra debajo
de mi cuerpo que es otro
tan distinto de mí
tan pesado, tan roto.
Han muerto los niños
los poemas
secados en la ventana
al aire nocturno todavía
conservan el perfume
de lo frágil.
«La Dalia Negra y otros poemas criminales»
Al Filo Ediciones, 2019