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Presentación de Gabriela Yocco

La Dalia Negra es un libro particular y necesario. Necesario por el contexto que vivimos (justo esta semana comenzó con una manifestación masiva en contra de la violencia de género). Necesario porque habla de femicidios desde la palabra misma de las mujeres, quienes históricamente hemos sido narradas por voces o desde voces masculinas. Así, en primera persona, se despliega el mapa de estos actos de crueldad sobre el cuerpo femenino, y que a la vez toca todos los tópicos que lamentablemente suelen justificar la violencia sobre ese cuerpo: la manera de vestirse, la actividad o profesión, el maquillaje, la forma en que estas mujeres (además en un contexto histórico, social y cultural) representaban casi una amenaza al patriarcado.

Digo un libro particular (o inusual) porque si bien claramente se trata de un sólido libro poético, con una estructura más que delicada y una apropiación de cada voz desde el registro de la imagen y de la contundencia de la palabra, detrás de él está sin dudas la narradora que también es Melisa. Así también estamos frente a una novela negra o, como dice la misma Melisa y que tan pertinentemente señala Rita en su impecable postfacio, frente a todos los elementos de un film noir.

La oscuridad y el dolor que atraviesan La Dalia están también matizados con las preguntas que estas mujeres elevan desde la muerte, la pregunta del por qué, la invocación a esa infancia donde la muerte parecería no existir. La interrogación sobre los fragmentos que no terminan de encajar y la única certeza de que sólo los muertos saben de la muerte.

La vida entera continúa después de las tragedias, la vida también son los flashes disparados sobre los cuerpos y su desnudez. Así de duro es el libro de Melisa.

Pero insisto en uno de los valores más significativos que, para mí, posee La Dalia Negra. El pensador, artista y escritor John Berger afirma en uno de sus trabajos “Modos de ver” que:

«Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se miran a sí mismas siendo miradas. Las mujeres encuentran constantemente miradas que actúan como espejos, recordándoles qué aspecto tienen o deberían tener.»

En el extenso poema que da nombre al libro, Elizabeth Short aparece como esa figura del glamour que es desfigurada por una mano aún anónima. ¿Es acaso esa mueca feroz tallada en su rostro la marca del aspecto que “debería tener”? ¿ese “deber tener” sucede entonces sobre el cuerpo de la mujer en el acto salvaje de su aniquilación?

La decisión poética de Melisa es contundente: si somos a partir de lo que un otro masculino decide, entonces la mayor reivindicación es otorgar voz a esas mujeres aún desde la muerte. 

Entre todos los libros que este libro es (poético, traducción de otras voces, film noir, novela negra), también es una suerte de derrotero policial en el envés de la trama.

Lo que escuchamos es el testimonio, una vez más, de quienes jamás podrán darlo: las víctimas. Una sola vez aparece la palabra del asesino. Así, como una reivindicación necesaria e inesperada, son las mujeres las que hablan desde sus cuerpos despedazados, desde un futuro que nunca será.

 

Volviendo, en este tiempo y en este mundo La Dalia Negra es un libro tan necesario como hirviente en nuestras manos. Es un libro-grito que podría haber tenido cualquier protagonista de cualquier parte de este mundo atravesado por la violencia patriarcal y la cosificación del cuerpo de las mujeres. Es un libro en el que la autora elige situarse detrás de las mujeres a las que presta su voz. Es un libro que propone que olvidemos a su autora y que encontremos la palabra que esas mujeres debieran poder pronunciar. Es un libro que se erige como poema extenso y como extenso acto de justicia.

Gabriela Yocco

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