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Presentación de Valeria Pariso

Acá en el bosque, bajo los pinos templados y la luz, dejo El vientre del lobo, libro de Melisa Mauriño. Lo dejo acá para que sea encontrado por aquellos que rinden culto al asombro frente a la naturaleza y al erotismo.


Este libro, compuesto por tres capítulos: El filo de la sombra, Ánimus y El vientre del lobo, despliega un hilo narrativo de una voz que re significa el cuento de Caperucita Roja.
Adentro y afuera del bosque, adentro y afuera del amor, del cuerpo femenino, del peligro, en la voz poética que enuncia el mundo creado por Mauriño, lo que impera es la curiosidad.


La poeta hace cruces entre realidad y fantasía con la misma facilidad que las lianas cruzan de árbol en árbol. En ese cruce entre lo exterior y lo interior, entre lo real y lo imaginado, entre lo posible y lo imposible, El vientre del lobo da cuenta de un encuentro con el otro. En ese encuentro, regido por el amor y el asombro ante la sensación de pertenencia, se hace presente el miedo y el trauma.


¿Cómo nos reconocemos después de que el amor nos cruzó el cuerpo? ¿Qué cambia en nosotros y en el otro? ¿Por qué esa necesidad de pertenencia?, son algunos de los interrogantes que se desprenden de la lectura de este libro.


“Mi sombra es la sombra de un lobo”, dice en uno de los poemas y pareciera alegrarse de que alguien no le teme. “Alguien me sigue por mucho que me aleje”, denuncia. “Los lobos viven del hambre que los mantiene alertas”, asegura. Una Caperucita que puede ser, víctima y lobo al mismo tiempo, en una búsqueda desesperada de pertenecer a alguien y de sentir que alguien le pertenece.


“Me adueño del espacio/ donde transcurren los acontecimientos”, dice y se pregunta “¿…a dónde huir/si no hay manera de quedarse?”, y nos plantea el dilema de quedarse en el lugar donde ocurre el amor que nos lastima o irnos sabiendo que el deseo del ser amado no va a abandonarnos por mucho que nos alejemos.


El libro se inicia con estos versos: “Mamá no está/ me dejó sola al borde del agua” y luego, en el segundo poema dice “En la casa viven nueve gatos/ ninguno es mío, ni uno solo/me pertenece” y con un lenguaje concluyente da cuenta de la carencia. En esa búsqueda de abrigo, de algo que sostenga, aparecen los ojos de esta voz que se abren frente al universo que se presenta como algo maravilloso. “Soy yo quien los observo/ con la indiscreción de quien profana/ lo que debe permanecer velado”, dice y “Soy un tapiz molecular/ una antena/ una esponja de mar”, anuncia y sentencia “…sigo siendo/ la niña del comienzo y mi mochila/ está vacía, pesa tanto”.


El erotismo cruza la historia. “Tu cuerpo es mi prisión/ mi refugio contra el tiempo/ tu vientre/ es el vientre del lobo”, dice Mauriño en uno de los poemas. Y yo, que dejo este libro acá, en el bosque, bajo los pinos, los cipreses y las araucarias de millones de años, después de leer El vientre del lobo creo que escribimos y leemos para entender. ¿Entender qué? El amor. “Quisiera oírte decir/ que fue amor”, suplica la Caperucita de Mauriño. Y el agua de la vertiente cae sobre las piedras.

 


Valeria Pariso
Muñiz, octubre 2020

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