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La mordida poética

La poética de Mauriño se despliega como un cuerpo, entromete lo ambiguo y se desarrolla en el vientre fértil de la palabra. Trasluce un decir poético en el que se vivencia una estética suprema de la lengua y hace surgir su voz propia. Logra una potencia poética tomada por la lengua.

El poemario presenta tres partes: El filo de la sombra, Ánimus y El vientre del lobo.

El lobo y la sombra son el vientre de este poemario. El lobo tiene instintos carnales, pero no ataca. Mundo por momentos impenetrable y en otros envolventes en sí mismos. Como si se pudiera pasar de un lado a otro para convertirse en otro de sí: la sombra animal. Esa que por momentos persigue, o la tenemos encima y en diferentes oportunidades nos devuelve una imagen difusa de nosotros mismos. La sombra animal es también con la que tropezamos y la que en otras ocasiones no refleja, como en Drácula cuando representa a la muerte.

Su sombra se funde

con la mía

se estremece sobre las flores

se tiñe de sangre, como un anochecer

él se aparta y mi sombra

ya no está pegada a mi cuerpo

sino al suyo.

La sombra animal la deslumbramos al caminar. Es imperceptible a la mirada, invisible en la carne, pero dibuja surcos en el cuerpo.

La poética de Mauriño muestra que el lenguaje no puede decirlo todo, advierte su inadecuación y deja en evidencia lo intrasmisible. No representa, no explica ni argumenta. A su poética la hace emerger como otra lengua dentro del lenguaje mismo posibilitando decir algo de lo indecible.

La poesía le hace un tratamiento al lenguaje al producir otra imagen, descoloca lo simbólico. Provoca la erosión del sentido y resuena en el cuerpo.

La poesía es creación de un sujeto que asume un nuevo orden de relación simbólica con el mundo[1]. Nace una lengua con resonancia corporal, efectos musicales de la poesía.

En este poemario la esperanza de una niña puede ser vislumbrar la sombra yaciendo en el agua, a distancia de su cuerpo. Ahogada la sombra, creencia en la desaparición y por lo tanto extinción del dolor. Pero es sólo una ilusión en el porvenir. El dolor insiste por no detener su caída.

No tengo sombra que detenga mi caída.

En la mímesis, sombra y lobo se fusionan, sombra animal sobre la que cae la muerte.

Te quise tanto, nos comimos

hasta no reconocernos diferentes;

yo tu sombra, vos mi lobo

vos mi sombra, yo mi lobo.

El cuerpo como prisión y a la vez como refugio en el vientre del lobo. Útero al que se vuelve para renacer.

...todo

lo que realmente duele

acontece en el cuerpo.

Vivimos prisioneros del otro, del lenguaje y hasta del amor. Ni en la naturaleza hay algo liberador. 

Se escribe para encontrar el silencio en el poema. Escribir no es revelar, es encontrar la sombra de la palabra para que se haga oír, eco en el cuerpo, se escribe la voz. Escribir es entregarse al riesgo de no obedecer.

Tu cuerpo es mi prisión

mi refugio contra el tiempo,

tu vientre

es el vientre del lobo.

Tanto el cuerpo como el lenguaje pueden convertirse en una prisión, pero podemos desintoxicarnos de él para alcanzar poesía y ser poema. Si logramos esa invención nace una nueva lengua: la poesía.

En este libro, Mauriño, nos hace habitar el placer de la mordida poética.

Bienvenidos.

 

Natalia Neo Poblet

Febrero de 2019

[1] LACAN, Jacques, Seminario 3: Las Psicosis, Clase: ‘El fenómeno psicótico y su mecanismo’, Editorial Paidós, Buenos Aires 1997, p. 114.

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